Acostumbrados a la inmediatez, a la completa y pronta satisfacción de las necesidades más primitivas y extravagantes, el mundo se nos viene abajo recayendo de manera brutal sobre nosotros. De pronto no sabemos cómo reaccionar, cómo funcionar sin todos aquellos minuciosos detalles que nos simplifican la vida evitándonos el tedioso ejercicio de pensar? Todo se convierte repentinamente en inmensos océanos de intranquilidad colmados de una frustración desconocida hasta entonces.
Es ahora cuando uno se percata de que se ha convertido en adulto. Cuando los problemas globales te dejan sin dormir repasando segundo a segundo las contradicciones de la vida, ahí, justo ahí, volteas hacia atrás nostálgicamente despidiéndote de tu yo irresponsable y despreocupado que ingenuamente creía que los problemas se resolvían desidiosamente o simplemente ni si quiera tenía la cortesía de prestarles atención.
Adiós.
Ahora empiezas a caminar por el desfiladero de la angustia y la amargura y sufres por no querer convertirte en lo que tanto criticaste, empiezas a añorar ese cínico valemadrismo que te caracterizó y comienzas a resignarte poco a poco.
Está cabrón!
(Si he dicho o he oído 1000 veces esa frase en las últimas dos semanas es poco. Está cabrón!)
Pasada la una de la tarde y yo fumándome un gallito de hash y escuchando esta dulzura:
1 comentario:
Me gustó tú blog. Y sí, supongo que eso de crecer y darte cuenta que la vida no está libre de consecuencias es inherente a madurar y volverte adulto. Saludos.
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