domingo, septiembre 18, 2005

Ayer - Anoche - Hoy - Madrugada...

Las fiestas patrias no fueron lo que yo esperaba. Comenzando con un 15 muy de hueva, cero fire works, cero diversión, muchas ganas de llegarle a mi cama a jetear.

La luna seguía creciendo y el viernes fue de relax, encerradita en mi casa, descansando y devorándome los escritos de Freud y Lacan. Una fiesta en el edificio que está detrás de mi cuarto interrumpía de vez en vez mi lectura, no obstante logré concentrarme y olvidar a los nacos que se desgañitaban coreando el celebérrimo himno: América, águilas, América, a ganar!!!

El fin de semana corría y le daba paso al sábado, un sábado planeado días atrás. Lucy organizó una comida pozolera en su casa, estuvimos quienes teníamos que estar. Comimos rico, nos reímos mucho y chismeamos más. Btw, puta vs. gata, qué es mejor???

En la semana nos había llegado el rumor de que se estaba organizando una fiesta. Prontamente nuestro equipo de inteligencia y logística se puso las pilas e indagó los detalles, estaba hecho: sábado a las 23 hrs. frente a Six Flags.
Arribamos al lugar a la hora pactada, no pude no admirarme del hermoso espectáculo que nos brindaba la luna, el cielo despejado y el resplandor de sus rayos fueron los encargados de darnos la bienvenida.

Entre amigos, alcohol y buena música transcurrió la velada, el reloj marcaba la 1:30 am. cuando el contingente comenzaba a desintegrarse: Ceci, Selene y Paola decidieron retirarse, por nuestro lado Lucy y yo convenimos en quedarnos un rato más, Omar tendría el honor de devolvernos a nuestra casa, hasta ahí todo bien.

Dos minutos, solamente dos minutos transcurrieron entre que se fueron las amigas a que la noche se tornará oscura y difícil. Estábamos en el jardín cuando comenzamos a ver que todo mundo corría hacia la salida, fue inevitable no seguir a la masa. Afuera de la propiedad, los autos que estaban estacionados (aproximadamente 15) tenían todos los cristales rotos, la gente empezó a histerisarse y a gritar. De repente la novia del dueño de la casa llegó a donde nosotros estábamos y privada por el llanto y la adrenalina nos metió a la casa argumentando que afuera se estaba poniendo fea la cosa. En el inter alcance a ver que desde el jardín estaban aventando caguamas hacia la calle, la guerra estaba declarada.

En la parte de arriba de la casa las niñas lloraban y gritaban, estaban como locas. Lucy y yo, siempre juntas, tratábamos de tranquilizarlas y de impedir que bajaran a buscar a sus conocidos en un acto de estúpido heroísmo. De pronto alguien grita que nos encerremos en algún cuarto que no dé a la calle porque están disparando, todos los cuartos con llave, la dueña de la casa presa de una crisis no encuentra las llaves y sólo repite: “Mi hermano está abajo, tengo que ir por él”. Los celulares no paraban de marcar el 060 tratando de avisar a la policía. Necesitábamos una ambulancia!

De las escaleras se ve subir a un tipo al que le sangra la cara, se dice que le enterraron un vidrio en el ojo, que hay que controlarle la hemorragia. Por fortuna nos damos cuenta que sólo es una abierta y fractura en la nariz. En la sala gritan: “David no puede respirar, alguien haga algo”. Yo sólo podía a repetirle a Lucy mientras calmábamos a los demás: “No te preocupes, por algo estamos aquí, mi Dios siempre me pone el lugar correcto, en el momento indicado”.

Bajamos a la sala y un policía estaba siendo asediado por unas imbéciles que se autodesignaron las dueñas de la situación y lo único que hacían era gritar e histerisar a los demás. El dueño de la casa entró a la casa con la camisa rasgada y lleno de golpes, decía que lo habían atropellado, alegaba que no le había pasado nada, que se sentía bien, que lo único que quería era que ya terminara todo eso. Poco a poco la gente que seguía fuera de la casa fue entrando incitados por las imbéciles antes mencionadas. Muchos tenían golpes, otros sólo estaban sumamente asustados, los más estaban todavía prendidos y alegaban que cómo era posible que todos se hubieran visto tan putos abriéndose y dejando a Cristián (el anfitrión) sólo contra los “maleantes” que hicieron todo el desmadre. Todo este discurso no era más que una cadena de pendejadas que brotaban de su tan mal entendido orgullo de machos. ¿Cómo es posible que después de todo lo ocurrido quisieran seguir incitando al desmadre por defender su honor?

Los paramédicos llegaron. Revisaron y curaron en la medida de lo posible a los heridos, concluyeron que no era nada de gravedad y que por lo tanto no podían trasladarlos al hospital, recomendaron llamar a los padres para que fueran por ellos. Las imbéciles les escupieron verde y de lado, ya que según ellas no estaban haciendo su trabajo. En la entrada de la casa ya habían 3 patrullas, por primera vez en la noche desde que comenzó todo esto me sentí segura. Convencimos a dos que tres que la opción no era quedarse ahí, que teníamos que movernos, nos subimos al coche y emprendimos el camino a casa.

Eran las 4 am. no podíamos llegar a nuestras casas así, convenimos pasar lo que quedaba de la noche en las escaleras del edificio de Lucy. El frío de la mañana se sintió y se sintió con ganas, las nalgas se me entumieron y la gastritis no me dejo conciliar el sueño. Llegue a mi casa las 7 y dormí hasta tarde.

En este momento sólo puedo agradecer porque salí ilesa y por la templanza y prudencia con la que respondí aún cuando me estaba cagando de miedo...

1 comentario:

Anónimo dijo...

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